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miércoles, 16 de octubre de 2013

CRITERIOS PARA UNA BUENA ARQUITECTURA III: FORMA Y FUNCIÓN

El presente artículo viene a cuestionar algunos de los criterios de diseño sutilmente (o no tanto) implantados por el vigente modelo de orden socio-arquitectónico, la sociedad del espectáculo. Es preciso poner de relieve, por más obvio que parezca, que los convenios de diseño obedecen a las modas y que las modas nada tienen que ver con nuestro primer y único criterio de validación (recordemos: el entorno humano resultante de la actividad arquitectónica es favorable o no lo es y la arquitectura, asimismo, es o no es, exclusivamente en función de eso). La moda es un concepto estadístico que tiene que ver con el valor que más se repite en una serie determinada y es muy interesante observar la manera en que el ser humano, instalado en el "yo mental" acata los dictados promovidos por estrategias mercadotécnicas y sus sloganes a base de tópicos demagógicos como valores absolutos a imitar. Es más, el arquitecto, que ha sido mayormente educado en la más absoluta inconsciencia en lo relativo a su realidad profesional, es incluso capaz de sentir un banal orgullo al reproducir estrategias de diseño en las tendencias de moda... ¿quien se resiste a la sensualidad de la imagen?. Pero hay un error muy grave en todo esto. ¿Quien acreditó como tales a los doctores del magisterio de la arquitectura contemporánea? ¿acaso no proceden sus aportaciones de los "avances" tecnológicos? ¿acaso no volvieron, aquellos de mayor capacidad y visión, sus ojos a antigüedad en busca de respuestas? No se puede ni mencionar a las publicaciones de arquitectura ni mucho menos a los críticos de esta disciplina, que pretenden establecer criterios evaluables "objetivamente" basados en lo que se ve, sin considerar que lo mas importante es lo que no se ve. Los mejores arquitectos pueden tener una fuerte intuición en algunos momentos, cuando su trabajo es dominado por el cerebro derecho, pero nunca serán capaces de explicar de forma racional la realidad del proceso. En este contexto se hace imprescindible, en primer lugar, tomar conciencia de que este barco no nos lleva a ningún puerto y, a continuación, ensanchar la mente e intentar ser permeables a las nuevas informaciones y dejar entrar en nuestra mente la posibilidad de permitirnos probar antes de aceptar o rechazar ya que, como dijo el maestro, solo quien prueba sabe.


Veamos un ejemplo gráfico de que existe algo más que lo que vemos... ¿necesitamos "ver" el calor para no sentarnos en una estufa encendida?... por tanto, podemos asegurar sin ninguna duda que la percepción es una cuestión de sensibilidad, no solo de visión de modo que, a mayor sensibilidad, mayor percepción. Bien, dando esto por sentado, estaremos de acuerdo en la posibilidad de que existan personas más sensibles que otras o, al menos, hayan desarrollado una sensibilidad especial para percibir y que es posible que haya quien perciba el mundo de una forma más completa que nosotros. Por tanto, tal vez, lo primero que deberíamos averiguar dado que solo nos queda un criterio de validación, sería cuales son las condiciones que generan un entorno humano favorable... pero ¿favorable, para qué o en base a qué? En base a la función que tenga el entorno elegido, por supuesto. Esto es, tendremos criterios diferentes en función del destino o uso del espacio que diseñemos. Hasta aquí, podríamos decir que caminamos en línea con el pensamiento que queremos abandonar, si bien hay matices. Por ejemplo, el espectáculo no es una función para la arquitectura porque no proporciona, en sí misma, ninguna ventaja cualitativa al entorno humano. Así que, de momento, habríamos eliminado del mapa toda la fanfarria arquitectónica, tanto la más afortunada como la (más comúnmente) menos afortunada. Obviamente, hay que vencer ciertas inercias populistas que interpretan lo circense como un valor cotizable, pero esa es una labor de reeducación que nos compete emprender, sobre todo, con los promotores de los grandes proyectos (de hecho, a los madrileños se nos caían las bragas con el proyecto de Sheldon Adelson, que ha estado a punto de convertir Madrid en la ciudad más hortera del planeta con permiso de Las Vegas, lo cual no es más que una ilustración de mi alegato anterior).



Uno de los legados de los pioneros de principios del siglo pasado es el famoso principio funcionalista de "la forma sigue a la función" ó form follows function, que nos viene de perlas a este caso, si bien con una interpretación sustancialemtne diferente. Hubo un tiempo en que no existían ordenadores y la arquitectura no estaba subordinada a la industria, las modas o las estrategias visuales ya que se consideraba un valor permanente y no algo perteneciente al mundo del espectáculo. En aquellos tiempos, existían personas que disponían de herramientas especiales mediante las cuales eran capaces de descodificar secretos de la naturaleza y utilizarlos con sabiduría en sus creaciones. A nuestras manos han llegado algunos códigos sencillos, en forma de tratados de arquitectura, que podemos reproducir pero, sin embargo, no podemos interpretar ya que la clave para su interpretación permanece ausente, oculta a los ojos del público. Únicamente en ciertos ámbitos o círculos restringidos se ha transmitido este conocimiento, tal vez por temor al mal uso que de él se pudiera hacer ó, tal vez, por tener bajo control exclusivo las increibles potencialidades que de él se derivan. En la actualidad, cada vez más personas ajenas a estos círculos encuentran rastros de estos conocimientos y se está empezando a reconstruir mediante meticulosa investigación el cuerpo principal de los principios que los sustentan. Estamos hablando del conocimiento oculto (aunque, cada vez menos) de los secretos del universo y, por ende, de la naturaleza que nos rodea.



El procedimiento más sencillo para acceder a estos conocimientos es la humilde observación de nuestro entorno para lo cual es imprescindible prescindir de todo juicio a priori y, por tanto, de toda la "educación" que intermedia entre percepción e interpretación, ya que los códigos que hemos adquirido culturalmente son del todo erróneos en su mayoría y suponen una barrera infranqueable para una percepción de la realidad limpia y directa. Se requiere cierta fuerza o poder para emprender esta tarea, pero este poder emana únicamente de la voluntad de saber, de conocer la verdad a través de la experiencia.


Hablemos de la forma y la función observando la naturaleza... pero antes voy a contar un cuento del famoso Mulá Nassrudín. Dicen que el Mulá era un famoso comerciante del siglo pasado capaz de venderle una mula a Barreiros y, en cierta ocasión, encontrándose en compañia de sus amigos, éstos le comentaron que el Maharajá de Gondaljahpur, un rico territorio de la India, buscaba un arquitecto para construir una casa de invitados. La ambición de Nassrudin por obtener favores comerciales del Maharajá le llevó a tomar la iniciativa de presentarse ente éste y ofrecerse como mediador para contratar con un famoso arquitecto norteamericano, llamado Frank Lloyd Wright, la realización del proyecto. Gratamente impresionado, el Maharajá accedió y Nassrudín le dijo que quedaría encantado pero que no podría ver la obra hasta que estuviese terminada. Por aquél entonces, el señor Wright estaba tremendamente ocupado con un gran proyecto en Nueva York para un famoso mecenas de arte por lo que Nassrudín le pidió únicamente una copia del proyecto de la Falling Water House a cambio de una generosa suma de dinero con intención de construir una répica en su país, algo a lo que el arquitecto accedió ante las perspectivas de expandir su negocio de arquitectura a aquél continente. Tan contento llegó Nassrudin a la India y encontró la cascada adecuada, prácticamente idéntica a la original que adaptó con unos pequeños retoques de modo que, inició rápidamente los trabajos. Un día, en presencia de sus amigos, fanfarroneó sobre su astucia y los proyectos comerciales que tenía pensado presentar al Maharajá con los que se haría inmensamente rico. Al escucharle los amigos le preguntaron si había consultado a un consejero de Vastu, el arte hindú de la construcción, a lo que Nassrudín dijo que no permitiría que se hiciese ningún cambio en el proyecto ya que el arquitecto estaba muy ocupado, motivo por lo que estaba de más consultar a ningún consejero. Al cabo de 12 meses de duro trabajo, la obra se había completado con tal exactitud que era una réplica exacta del original. Puesto en conocimiento de los avances, antes de visitarla, el Maharajá envió al consultor real de Vastu para que emitiera su informe. Cuentan que al leerlo, al Maharajá le entró tal ataque de risa que quedó sin respiración y murió de un infarto. Su hijo, el heredero, mandó perseguir a Nassrudín y como represalia le obligó a devolver íntegro el importe de la obra y, en castigo, le hizo elegir entre una muerte en el foso de los tigres o vivir en la casa que había construido hasta el final de sus días, cosa que hizo... y cuentan que el pobre Nassrudín no vivió mucho, de hecho, murió de un cáncer de hígado ya que su cama estaba sobre un cruce de líneas Hartmann de tercer orden con vena de agua. Bueno, los cuentos, cuentos son pero estoy seguro que así habría ocurrido.

Si observamos la naturaleza comprobaremos que ninguna forma es casual y que existe un orden perfecto que se expresa matemáticamente a través de la geometría. Por tanto, cada forma en la naturaleza es la más adecuada para que el organismo ejecute eficazmente sus funciones, es decir, esto se parece bastante a una ley natural ¿no es cierto? una ley que se cumple siempre, sin excepción, al contrario que las "leyes" científicas que se cumplen casi siempre, pero no siempre. Entonces ¿quien es más sabia, la ciencia o la naturaleza? Conclusión.  
  • LEY DE PRIORIDAD. La naturaleza es sabia y la ciencia está y estará siempre subordinada al orden natural.
(*) si existe alguien en este mundo o fuera de él capaz de demostrar lo contrario, le ruego nos lo haga saber.

Prosigamos. Sabemos que la geometría es capaz de generar orden y que cada geometría corresponde a unas funciones determinadas. También sabemos que existen determinadas relaciones matemáticas o razones geométricas que abundan en la naturaleza, tanto en el reino mineral, vegetal o animal, desde la estructura de los átomos a la constitución y proporciones antropomórficas. Tales razones son básicamente seis, es decir muy pocas, los números irracionales raices de 2, 3 y 5 y los números pi, phi y euler. Con estas relaciones se construye prácticamente toda la materia en perfecto orden y armonía. Rupert Sheldrake estableció una interesanteTeoría sobre la relación de las formas con determinados campos de energía (el hecho de que su trabajo haya sido tan behementemente atacado por el dogma científico es para mí una prueba de que no anda mal encaminado, como veis, más vale cuestionar lo establecido si queremos avanzar. Este suele ser un sistema que no falla.). Lo bueno de estas cosas es que, si bien no podemos hayar explicación científica a ciertas leyes naturales, podemos comprobar sus efectos y su cumplimiento a través de la simple observación, por lo que ningún dogma, venga de donde venga, las puede rebatir.


Algo que no podemos olvidar es que, del mismo modo que la naturaleza utiliza estrategias basadas en la geometría para generar estas formas de máxima eficiencia, dichas estrategias pueden ser replicadas y utilizadas para generar diseños de mayor calidad biótica. Resumiendo mucho, estas estrategias de generación se pueden resumir en tres grupos básicos, la simetría, sea esta bi o tridimensional, lineal o rotacional, etc, la repetición, que produce patrones, y la fractalidad, que permite el anidamiento infinito de formas conservando su energía y está directamente relacionado con la capacitancia energética, por un lado, y con la jerarquización espacial, por otro.

Lo más interesante de todo es que, no solo la necesidad de orden geométrico es una energía capaz de generar determinadas formas, sino que estas formas son, por sí mismas, emisoras de frecuencias energéticas propias con ciertas características particulares. Cada uno puede (y debe) investigar esto por su cuenta, aunque os dejo una referencia a título informativo. Este descubrimiento reciente ya era conocido por los geómetras de la antigüedad hace más de 5.000 años y fué aplicado a sus construcciones más importantes, muchas de las cuales siguen aún en pié. Las formas que emiten energía son todas, unas son favorables para la vida y, por tanto, están en coherencia con nuestro famoso criterio único y otras no, así de simple. Las formas pueden ser tridimensionales o bidimensionales, es decir, determinados símbolos que vemos por doquier en forma de amuletos o mandalas, símbolos, etc, no sólo tienen una función decorativa sino que ejercen una cierta influencia sobre su entorno. Todo lo dicho es comprobable experimentalmente, cosa que ya haremos más adelante, para que no quede duda, pero un ejemplo evidente es el campo de la cimática.

Resumiendo, no es que la forma siga a la función sino que función y forma son cosas inseparables. La variedad de las formas de la naturaleza obedece a que existen multiplicidad de funciones para cada organismo y la forma resultante del mismo obedece a la jerarquía de prioridades en sus funciones y no a soluciones arbitrarias estadísticamente seleccionadas por ensayos de prueba y error como los darwinistas y nuestros patéticos científicos defienden mayoritariamente. Cada función corresponde con una forma de máxima eficacia, un orden geométrico que genera a su vez un campo de energía con la memoria de esa forma que emite energía ordenada favorable a la función. Por tanto, la arquitectura, que es pura forma en estructura, en volúmen, en sus gráficos superficiales es un supeconcentrador-emisor de ondas que se generan sin ningún control sobre sus efectos, lo cual se hace por pura ignorancia de sus hacedores, nos, los arquitectos y entiendo que debemos prestar más atención a entender nuestra responsabilidad en este aspecto y tomar las acciones necesarias, en consecuencia.