¿Quién no ha estado tentado alguna vez de escapar de toda
la vorágine que nos envuelve y trasladar su residencia a un lugar amable,
tranquilo y rodeado de naturaleza?
Existen en nuestro país una enorme variedad de opciones
para hacer realidad este sueño pero es, tal vez, la repoblación de un perdido
pueblo abandonado, la que mayor atractivo ofrece a los aventureros que
persiguen el ideal de una vida rural como alternativa de futuro.
Muchos hemos llegado a la conclusión que la única
posibilidad de cambiar las condiciones de nuestro entorno es empezar por
cambiar lo que está en nuestra mano, lo único que nos pertenece en realidad,
que no es otra cosa que el gobierno de nuestro destino. No es necesario, por
obvio, hacer un repaso de los condicionamientos que la vida urbana nos impone y
la difícil perspectiva que se abre ante nuestros ojos, cada cual tiene
elementos de juicio suficientes para valorar esto. Para mí, es evidente desde
hace ya bastante tiempo, que vivimos el ocaso de las ciudades, que el entorno
urbano ha dejado de proveer para empezar a absorber, ofreciendo siempre un
balance negativo a sus usuarios.
Para analizar este fenómeno con fundamento, primero es
necesario considerar los tres aspectos que nutren la estructura básica del ser
humano, en términos de geometría sagrada y energética, la base geométrica del
tetraedro que constituye nuestra estructura natural y que es necesario
equilibrar. Me refiero a los aspectos físico, emocional y mental que constituyen
las tres frecuencias básicas cuya armonía es necesaria para alcanzar la
autorrealización en el plano superior, el eje vertical que permite cerrar la
geometría añadiendo un nuevo vértice, la dimensión espiritual. Cuando no hay
equilibrio en la base de la figura, no hay evolución y la autorealización que
asociamos a la idea de felicidad se nos presenta inaccesible. En la vida
práctica, el plano físico, lo podemos relacionar con las condiciones de
subsistencia, alimento y cobijo, la economía y la salud. El plano emocional,
tiene que ver con las relaciones que tenemos con los demás y con nuestro
entorno y el plano mental con los aspectos intelectuales, los procesos de
aprendizaje y el autoconocimiento. Estos tres aspectos representan aspectos
energéticos relacionados con el ser humano que han sido estudiados
recurrentemente por pensadores y filósofos de todo tiempo desde que la historia
de nuestra especie existe.
Para no desviarnos demasiado del tema principal y
adoptando términos de psicogeometría, podríamos avanzar que el desarrollo
evolutivo del ser humano trata de resolver el conflicto en la oposición de
fuerzas dentro de los tres psicotipos humanos asociados a las energías
descritas anteriormente, a saber, libertad, amor e individualidad frente a sexo,
poder y dinero. La energía que vibra en las ciudades, donde impera el modelo de
economía neoliberal globalizado, genera una tensión desequilibrante de los
esquemas anteriores donde no queda más que un impulso compulsivo hacia el
consumo como única evasión. Remedio que no es tal, pues proporciona la ilusión
efímera de una satisfacción inexistente y deja, tras de sí un vacío interior
además de un agujero en nuestras economías. Podríamos considerar el consumismo
como la última droga de diseño de nuestro modelo económico y esto es solo una
muestra del repertorio de condiciones que impera en el entorno superurbanizado
en que vivivmos. El mantenimiento sostenido del organismo en esta vibración
produce estrés en los tres sistemas básicos, a nivel físico, a nivel emocional
y a nivel mental, es decir, genera enfermedades de todo tipo, carencias
emocionales y deficiencias en la relación con los demás y, finalmente,
problemas psicológicos y psiquiátricos añadidos.
Este círculo vicioso de la vida urbana distorsiona la
realidad subjetiva pretendiendo convertirnos en objetos de consumo y, lo más
triste, adoptamos ese papel a la perfección sin preguntarnos por la existencia
de alternativas más saludables y benéficas en todos los aspectos. ¿Somos
capaces de ver la puerta que tenemos delante?. Por supuesto que salir de la
ciudad supone renunciar a una serie de “ventajas” pero se trata de una cuestión
de rentabilidad, por utilizar el léxico propio de la religión neoliberalista y,
en este caso, está claro que vivir en la ciudad hoy día no renta en absoluto,
es decir, genera saldos negativos en nuestra vida o, lo que es igual, no
interesa, en términos generales.
Desafortunadamente, la mayoría de las personas está
demasiado anclada en ciertos hábitos y costumbres por lo que no se plantea que
un cambio tan radical le pueda reportar beneficios. Muchos prefieren lo
conocido, aunque no les satisfaga en absoluto, a lo incierto o desconocido por
muy prometedor que aparente. Sin embargo, la situación actual, como en los
momentos de grandes movimientos demográficos migratorios, es propicia para dar
este paso pues, al igual que en las ocasiones anteriores, no hay gran cosa que
perder en muchos casos.
Veamos una relación de los cambios que nos puede ofrecer
la vida rural y el campo por contraste con la vida urbana, a ver qué tal nos
resuena. Por ejemplo, la vida rural favorece una visión más integrada de las
relaciones humanas frente a la deshumanización que impera en la ciudad donde
priman factores como la competencia y la desigualdad. En realidad, todo el
ambiente y los factores psicológicos urbanos derivan de las dinámicas a que
obliga la concentración de la población en un espacio carente de recursos
naturales y donde, por tanto, toda actividad debe estar vinculada con algún
tipo de servicio. Es decir, la ciudad no produce en términos generales, solo
consume y, más que consumir, devora y constituye un gran sumidero de energía.
En la ciudad todo se torna artificial y mecánico, existen infinidad de restricciones
a la libertad de acción, abundan los conflictos, el coste de la vida es
elevado, impera la aceleración y el ruido, la contaminación ambiental y
electromagnética y nos vemos envueltos en una espiral de gasto interminable,
amontonando facturas a final de mes, vivimos endeudados y, finalmente, nuestro
precioso tiempo, aquel que teníamos para nosostros mismos, ha dejado de existir
porque trabajamos, si tenemos suerte, más horas de las que deberíamos para
poder costear nuestra vida urbana y perdemos mucho tiempo en desplazarnos de un
lugar a otro… ¿qué vida es esta?
Por el contrario, el medio rural aún careciendo de muchos
servicios, absolutamente prescindibles en su mayor parte, ofrece otra serie de
ventajas como alternativa que cada cual debe valorar. Un entorno natural
siempre aporta una energía más armónica para nuestros sentidos. La visión del
paisaje, los olores naturales, el sonido de los pájaros y, a veces, un silencio
que no recordábamos, la brisa, el aire puro, etc suponen toda una serie de
estímulos sensoriales vinculados con la energía dominante en este medio, por
cierto, muy beneficiosa para nuestro sistema físico-emocional-mental. Por otro
lado, la calidad de vida viene a incrementarse en relación directa a la
disponibilidad de tiempo y a un coste mucho menor que en la ciudad. En un
entorno rural podemos disponer de libertad para iniciar actividades que nos
aporten mayor satisfacción y así poder evolucionar de una forma armónica como
seres humanos. Podemos crear nuestro propio huerto, generar la energía que
consumimos y procesar nuestros resíduos, incluso, proveernos de agua para
consumo recogiendo y almacenando la que recibimos de la lluvia. No es
necesario, si uno así lo decide, depender de ningún suministro externo para
vivir, lo cual es impensable en una ciudad. Podemos consumir productos
naturales sin procesar industrialmente y no envenenar nuestro organismo con
transgénicos, animales hormonados y toda serie de productos químicos tóxicos,
por no hablar del mismo agua que bebemos. Sin duda, nuestra salud se verá
beneficiada si lo hacemos. En un entorno donde existe armonía, paz y
tranquilidad, donde somos libres para disponer del tiempo, llevar una vida
saludable y no estar agobiados por llegar a final de mes, podemos desarrollar
nuestras habilidades de la forma que elijamos, cooperar con los demás, ser
independientes, compartir, aprender de unos y enseñar a otros, en definitiva,
alimentar el ciclo sagrado de dar y recibir.
Ciertamente, elegir la vida del campo supone un cambio
radical en nuestros hábitos, en la forma de pensar y en cómo nos relacionamos
con nuestro entorno. No todo el mundo que vive en un pueblo lo hace de esta
manera, pues las dinámicas de la vida urbana, con todos sus vicios, se
encuentran muy arraigadas en la población gracias, en gran medida, al papel
destructivo y limitante que ejerce la TV sobre las mentes pero, en cualquier
caso, el libre albedrío es intrínseco al ser humano y uno puede elegir siempre
el camino por donde conducirse. Lo primero que debemos elegir es cambiar el
modelo de pensamiento en el que somos dependientes de una serie de estructuras
organizadas y no podemos desenvolvernos sin ellas. Lo cierto es que sí podemos.
Finalmente, si decidimos trasladarnos a vivir al campo, es
necesario contar con un buen proyecto para triunfar en este empeño. Vamos a
distinguir dos conceptos en primer lugar. No es lo mismo, ir a vivir a un
pueblo una vida urbana, aunque este podría ser un primer paso y siempre más
saludable que la ciudad, que trasladarse a un medio natural no urbano o,
llamémosle, rústico. Aquí nos referimos al último caso.Esta opción nos va a
exigir grandes dotes de adaptabilidad por lo que es necesario romper con viejos
moldes y adquirir nuevas habilidades y conocimientos relacionados con el nuevo
medio. Por fortuna, internet y el medio urbano proporcionan los recursos
formativos específicos que vamos a necesitar, por lo que el primer paso lo
podemos dar antes de salir de la ciudad. Preferentemente, deberáimos adquirir
conocimientos relacionados con el cultivo y el cuidado de una pequeña granja,
además de desarrollar algunas habilidades manuales que nos permitan resolver
después con éxito la multitud de tareas diferentes que vamos a tener que
acometer. Los principios de la permacultura ofrecen unos buenos fundamentos
prácticos para relacionarnos en todos los campos que vamos a encontrar en el
medio rústico.
El siguiente paso es diseñar un proyecto económico como
soporte de nuestra iniciativa. El medio ruralece multitud de recursos
susceptibles de aprovechamiento sostenible. El entorno determinará cuales son
más disponibles y sencillos de explotar. Básicamente, si se trata de una zona
próxima al monte, dispondrá de recursos forestales. Los recursos agrícolas y
ganaderos siempre están disponibles, así como el viverismo, al menos por ahora,
si no nos lo prohiben también. Luego tenemos los productos de transformación,
como es el caso de la artesanía, las conservas, los productos lácteos, etc. A
continuación, tenemos los servicios profesionales que podemos ofrecer a nuestro
vecindario, que también es una alternativa y finalmente podemos, bien
agruparnos con otros, para desarrollar una actividad común, servicio o
producto, bien teletrabajar para una fuente de suministro externa de la
naturaleza que sea, bien porque seamos informáticos, comerciales
internacionales o compositores de música, eso da igual mientras pueda
realizarse a distancia la actividad. Como puede verse, todas las actividades
que planteo son actividades autónomas, pues la libertad que se persigue
únicamente se consigue con independencia. Una vez, bien planeada la actividad
económica que nos va a proveer de ingresos en el entorno que hemos elegido,
deberemos encontrar y tomar posesión del lugar concreto.
La elección del lugar debe hacerse con criterios
profesionales pues será preciso construir en él algún tipo de edificación, si
bien, cualquiera puede adquirir por su cuenta los conocimientos necesarios e,
incluso, autoconstruir lo que necesite. Cuetiones como la orientación, el
soleamiento, los vientos dominantes, el agua, la vegetación circundante y los
elementos geológicos del terreno, la climatología del lugar, la altitud, las
energias naturales, los materiales disponibles en la zona y un sinfín de
factores deben ser considerados. El terreno donde nos situemos deberá cumplir
otros requisitos legales para poder construir, como disponer de una superficie
mínima y tramitar los permisos necesarios en el Ayuntamiento correspondiente.
Una vez disponemos de todo lo anterior, estaremos en
disposición de inicar una aventura rural. Lo primero que necesitamos cubrir son
las necesidades de cobijo, agua y alimento. Tanto para la adquisición del
terreno como para la autoconstrucción de nuestro primer módulo y, también, para
el inicio de la actividad posterior, vamos a necesitar hacer una cierta inversión.
Aquí me voy a referir a los mínimos, una vez obtenido el terreno por el
procedimiento que sea, donación, compra, cesión temporal, etc. Utilizando un
sistema de autoconstrucción y si disponemos de un grupo bien dispuesto de
ayudantes, podemos construir nuestro primer módulo residencial con invernadero
de 50 m2 con un presupuesto aproximado en coste de materiales de 3.000 € y diez
días de trabajo bien planificado, nada que ver con comprar un apartamento en la
ciudad ¿no es cierto? Claro que, las codiciones de confort y las instalaciones
las podemos extender al límite de lo que deseemos pero, con este presupuesto,
podemos disponer de un pequeño habitáculo autosuficiente con los elementos
básicos que genera la poca energía que consume, recoge y acumula el agua de
lluvia, reutiliza la usada en la ducha y el fregadero para alimentar una
pequeña huerta y gestiona sus propios resíduos. Posteriormente podremos ampliar
y completar el módulo, mejorando lo necesario pero, de momento, tendremos lo
imprescindible.
El siguiente paso será asegurar nuestro sustento, para lo
cual organizaremos una pequeña huerta y un invernadero básico donde cultivar
algunos alimentos. Un pequeño corral con gallinas puede proporcionarnos un
sabroso y económico alimento protéico a diario y, a partir de aquí, lo que cada
cual sea capaz de abarcar. De momento, nuestro sustento básico está asegurado con
un mínimo coste. Ya podemos sobrevivir casi sin gastar nada. Finalmente
habremos de poner en marcha nuestra actividad económica, diseñada previamente,
cuya gestión nos permitirá ir completando y mejorando las condiciones iniciales
para alcanzar una estabilidad satisfactoria. Este es un esquema de
supervivencia simplificado pero eficaz y contiene los problemas básicos a
resolver. Otra de las vías de acceso al medio rural, aunque entraña mayor
complejidad, es la repoblación. Existen en nuestro país un sinfín de pueblos
que, por diferentes razones, fueron abandonados paulatinamente por sus
habitantes hasta quedar, muchos de ellos, deshabitados por completo. En la
actualidad algunos de estos emplazamientos reúnen condiciones ideales para ser
reocupados. En el próximo número de UH trataremos este otro aspecto del acceso
al mundo rural y su problemática.
Por último, quisiera hacer breve mención de una reciente
iniciativa legislativa de la Comunidad de Madrid que, sin ser la panacea, sí
pone la vista en la necesidad de favorecer este tipo de iniciativas. Se trata
de la Ley de Viviendas Rurales Sostenibles que acompaña a una serie de
iniciativas Autonómicas ya existentes, de las que difiere en la valoración de
algunos parámetros, y que favorece la construcción de viviendas en suelos
rústicos que no se encuentren especialmente protegidos, en unas especiales
condiciones de sostenibilidad y preservación medioambiental. Curiosamente, son
los grupos ecologistas los que mayor frente han presentado a esta ley y
defienden a ultranza el modelo urbanístico vigente, aunque ya sabemos que el
ecologismo militante hace tiempo que perdió el norte y, con él, su sentido pues
carece de contenido propositivo más allá de la acción de protesta. Movimientos
recientes como el Transicionismo, la Permacultura y la Arquitectura Integrativa
encuentran hoy mayor profundidad de planteamientos y aplicaciónes prácticas.
Hay muchas opiniones acerca de ¿cuántos metros hacen falta para avastecer una familia de 4 miembros? ¿alguna pista?
ResponderEliminarGracias por el artículo es muy interesante, como todo el bloog.
Pavel, hay opiniones porque depende de varios factores entre los que destacan las necesidades y las posibilidades. Si vamos a mínimos, nos apañamos en una tienda de campaña de 2x2 mts pero si somo la familia real, necesitaremos, al menos 1000 veces esta superficie.
ResponderEliminarLa pregunta es ¿que necesitas? y ¿cuanto te puedes gastar?
Con esa informacion ya vamos bien servidos, de momento.
Un saludo