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viernes, 25 de enero de 2013

INTRODUCCION A LAS ENERGÍAS TERRESTRES


Como ya se ha comentado anteriormente, existe una tradición milenaria en cuanto a la relación del hombre con las energías terrestres. La ciencia moderna que se ocupa de estudiar los campos electromagnéticos que interfieren con nosotros se ha venidoa denominar GEOBIOLOGIA y tiene mayor aplicación en su relación con el hábitat, algo de lo que nos ocuparemos más adelante. Dentro de la geobiología, la disciplina más interesante y no menos misteriosa, por cuanto los fenómenos que la acompañan, es la denominada RADIESTESIA como expresión moderna del cuerpo de conocimiento ancestral del Arte Zahorí, la Geomancia y otros nombres que se refieren a los mismos conceptos y principios.

(*) Para aquellos que deseen profundizar más en este conocimiento ancestral, les recomiendo visitar la completa web de mi amigo y maestro  Epifanio Alcañiz, sin duda, uno de los mejores radiestesistas de este país.

En cualquier caso, lo que me interesa destacar en esta breve introducción es qué son estas energías a que nos referimos, cómo nos afectan y de qué manera podemos detectarlas.

  • Lo primero que hay que saber es que todo, absolutamente todo, lo que constituye la realidad física en que nos desenvolvemos es energía en diferentes modos de expresión, rangos y frecuencias. De aquí pasaríamos a justificar esta afirmación a través de los postulados de la física moderna de los cuales, el más popular, es la famosa ecuación de Einstein que relaciona directamente la energía con la masa.
  • El segundo paso es  el concepto de campo, entendiendo por tal cosa el ámbito fisico en el que una fuerza o causa provoca un efecto. Pues bien, la energía no se distribuye indiscriminadamente por doquier, sino que actúa configurándose en campos de energía que dependen de una fuente que la emite. Los campos de energía tienen la capacidad de interferir entre sí, es decir, modificar las condiciones existentes en otros campos dentro de su ámbito de influencia.
  • Tercero, y esta es la clave del asunto, el vacío como tal no existe. Es decir, toda la energía, material o no, visible o no, de esta dimensión o de otras, materia, antimateria o materia oscura, todos los campos de energia y todas sus fuentes cohexisten sobre un tejido o campo común que las conecta. Es decir, todo lo que existe, está conectado entre sí. Es más, cada fragmento del espacio, cada minúscula porción del universo, contiene información de todo el conjunto, dado que la estructura del universo se basa en la geometría fractal. Es decir, el Universo es Holográfico. De momento, con estas pocas píldoras es suficiente para continuar.
Resumiendo, todo es energia, todo está en contínuo cambio y todo se comunica entre sí y con todo lo demás.


La Tierra es un cuerpo celeste y, como tal tiene un campo (ó varios) de energía propio y, a su vez, recibe energía de otros cuerpos celestes, estrellas, galaxias e infinidad de fenómenos energéticos del Universo. Todos estos campos que interactúan con la Tierra constituyen lo que llamamos energías naturales, unas emanan de ella y otras son recibidas del exterior, a las primeras las llamamos energías telúricas y a las segundas energías cósmicas.

El cuerpo humano, a su vez, tiene un campo energético (por simplificar. En realidad, son varios, según su función y características). Como hemos visto antes, los campos energéticos tienen la facultad de interferirse entre sí y de comunicarse (sin interferirse) a través de la red general del campo universal. Por tanto el campo energético humano interfiere pero, sobre todo, es interferido por otros campos energéticos. Normalmente, la interferencia energética no es detectada por nuestros cinco sentidos básicos y, por tanto, no somos conscientes de cómo nos afectan las energías que producen otros campos. Si nos metemos en el núcleo de un reactor nuclear, sentiremos los efectos devastadores que genera la ionización electromagnética de los materiales que constituyen nuestro organismo, pero no la radiación en sí misma, y lo sentiremos porque es un efecto inmediato ya que, si fuera diferido o de actuación más lenta, como ocurre en el caso de las bajas frecuencias, no seríamos capaces de detectarlo, salvo por los efectos a medio o largo plazo. Lo que no podemos obviar es que dichos efectos se producen, porque así es.

Si tuviéramos un sexto (ó enésimo) sentido que nos permitiera percibir la interferencia electromagnética, estaríamos en mejor disposición para valorar la información que nos transmiten otros campos energéticos, de saber si esta energía es buena o mala para nosotros y, por tanto, saber si debemos o no estar expuestos a ella ¿cierto?

Pues bien, ese sentido existe y es un aspecto del llamado sentido kinestésico (Hablaremos más extensamente de ello en otro momento). Por lo pronto, basta con asimilar los conceptos y entender que este sentido, que llamamos también sentido radiestésico, más específicamente en nuestro campo de interés, ya que lo primero se aplica mejor a la kinesiología terapéutica y el sentido del movimiento. Este sentido permite, en lo que a nosotros nos interesa, a través de reacciones neuromusculares inconscientes, tener acceso a la información de los campos interferentes con el nuestro e, incluso, de otros que no interfieren y que se comunican con el nuestro a traves de la red del campo universal. Los mecanismos a través de los cuales podemos interpretar estos movimientos inconscientes pueden ser, a su vez, dirigidos por la conciencia o no. Por ejemplo, en caso de un terapeuta, puede medirse el acortamiento involuntario de un brazo ante un estímlo físico, químico o emocional y, en el caso de un radiestesista, el movimiento de un instrumento, por ejemplo un péndulo o una horquilla de avellano, cuando  el cuerpo se ve interferido por lo que se está buscando detectar. En realidad, nuestra espina dorsal y el sistema hipotalámico ejercen la función de antena colectora para detectar variaciones en nuestro campo electromagnético por interferencia de otros campos.


Por último, para detectar lo que buscamos es necesario establecer un sistema de interlocución entre nuestro sistema nervioso y las señales que recibimos. Es decir, la información necesita ser codificada o, mejor dicho, tenemos que establecer un filtro, una forma de sintonizar la antena para recibir únicamente el canal seleccionado y no todos a la vez. Esto se realiza de la misma forma que al sintonizar una radio, emitimos una frecuencia y, cuando ésta entra en resonancia con la que estamos buscando, la amplificación de la señal es recogida por el aparato, en nuestro caso la sintonización de la señal es mental. Si, habeis leido bien, la mente genera una forma de onda que permanece mediante la atención sostenida en lo que estamos queriendo detectar de forma que, cuando la señal nos llega en esa frecuencia de información, es amplificada actuando sobre el sistema nervioso y produciendo un movimiento involuntario de la musculatura que, a su vez, es amplificado por el instrumento en cuestión. De este modo, una señal imperceptible se amplifica varias veces hasta hacerse visible por el movimiento físico del instrumento.


Dejemos esto reposar...

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