Recientemente, he recibido un escrito remitido por un amigo, que firma como Ulises Libre, en que plantea cuestiones muy dignas de consideración y pienso que, también, un aspecto más a incorporar al concepto de ARQUITECTURA INTEGRATIVA.
Para contextualizar su propuesta, nada mejor que analizar paralelamente la situación actual, la cual resumo inspirado en un texto de Arturo Ponce de León y Ninón Fergoso, psicoterapéuta norteamericana afincada en Méjico y experta en psicogeometría.
Básicamente, el sistema económico mundial se fundamenta en el neoliberalismo diseñado por el economista Milton Friedman, cuyas tesis fueron impulsadas definitivamente por Inglaterra y los EEUU, hace unos treinta años, con el fin de crear una economía global. Lo más importante de la implantación de este sistema no son las consecuencias económicas, tan desequilibrantes y nefastas que padecemos, sino los efectos psicológicos que ha conseguido consolidar en la población mundial, unos efectos devastadores para la necesaria evolución del ser humano. No se trata, por tanto, de hacer un análisis de la distribución de los recursos y el dinero en el mundo, algo que tanto alimenta las teorías de la conspiración, con mucho fundamento por cierto, sino de ser capaces de ver el tipo de ser humano que deviene de este sistema económico y financiero mundial.
La primera y más inmediata consecuencia es que el sujeto se convierte en objeto de consumo y sólo es útil al sistema en tanto que consumidor, nada más.
Psicológicamente, el neoliberalismo busca como fin último reducir todos los elementos de la realidad, tanto objetiva como subjetiva, a productos. Productos de consumo o de desecho. Este gran Teatro del mundo le ofrece a sus consumidores o productores de elementos de consumo la estrecha y única decisión posible: adquirir o rechazar el producto.
...
El neoliberalismo está enfocado en la acumulación de capital, y en esta acumulación contribuyen tanto los que tienen bienes como los que no. No se trata de guerra de "buenos" contra "malos" sino que este proceso que vive la humanidad es simplemente lo opuesto a la ley natural de la vida, donde entre más se distribuye de forma ordenada más abundancia de recursos existen.
Finalmente, esta situación no nos ha sido impuesta sino que se nos ha vendido y la hemos aceptado como un caballo de Troya, de modo que ahora nos devora por dentro. Pero, hay algo muy importante a tener en cuenta, este sistema no se sostiene por sí solo sino que requiere apoyo continuo por nuestra parte, apoyo masivo, pues en el fondo es sumamente sensible y frágil. Por tanto, nos guste o no, este sistema lo sostenemos nosotros, lo alimentamos continuamente con cada cosa que hacemos y en la forma de relacionarnos con los demás. La ilusión se impone sobre lo real buscando hacer del consumo y los valores de competencia el becerro de oro de nuestra cultura. La nueva religión del hedonismo, utilitarismo, visión cortoplacista, individualismo consumista, deja desprovisto al ser humano de metas a largo plazo, el sujeto siente así que no pertenece al mundo y estos recursos, lejos de proveerle un sentido a la vida, lo dejan más vacío de significado. La pregunta es.
¿Por qué seguir apoyando un sistema que nos destruye como personas, no aporta ningún beneficio permanente, genera conflictos por doquier, acaba con los recursos del planeta y nunca será capaz de hacernos felices?
Economía Sagrada
del humano social a l@ human@ planetari@
La economía sagrada es una disciplina multidimensional
que tiene en cuenta, no solo los intercambios en el plano físico, sino también
los que se producen constantemente en otros como el emocional y el mental. El
flujo de materia y energía o, dicho de otro modo, de bienes y servicios, no se
limita al espacio sensorial y al dinero, sino que abarca los vínculos
afectivos, el inconsciente colectivo y la atmósfera sutil del planeta. Por lo
tanto, toda economía que no tenga en cuenta los niveles superiores está
condenada al fracaso por la limitación que conlleva su falta de perspectiva.
La economía sagrada incluye, no solamente a la
sociedad humana, sino también a todo el planeta. Esto significa, no solo usar
sus recursos y contaminar sus espacios, sino respetar sus leyes. Respetar las
leyes de la naturaleza significa experimentar con leyes universales que rigen
los otros planos de la existencia material. Principios extraídos de la
espiritualidad como la famosa frase “lo que das, lo recibes” deben ser
incorporados a la economía sagrada y ser la base de una concepción acorde con
la demanda actual.
La economía sagrada investiga también la economía
interna de las personas, es decir, su sistema energético en relación con su
organismo físico. Si hay equilibrio entre los diferentes niveles mencionados,
la aportación personal a la red económica global ayudará a enriquecerse al
planeta. Esto significa que si cada individuo encuentra un estilo de vida
acorde con su alma, beneficiará a la cuenta planetaria aunque su rendimiento en
términos de economía convencional no sea de tanto valor. Por contra, alguien
que odia su trabajo y su personalidad en general, estará proyectando su estado
interno mediante comportamientos destructivos para con ella misma y para con
todo su entorno.
El mecanismo inconsciente que causa esta actitud
depende directamente de la culpa que sentimos por trabajar en empleos que no
aceptaríamos si antes afrontáramos el miedo a carecer de lo necesario para
sobrevivir. Por mucho que rindamos en un puesto de trabajo y por muy grande que
sea la nómina, si el propósito es egocéntrico y lo que estamos emitiendo
sutilmente es una baja vibración, significará un mal negocio tanto para el
planeta como para nosotros. Tener necesidades materiales no es una maldición.
Si no bendecimos nuestro cuerpo sentiremos ganas de vengarnos de él, creyéndole
culpable de las decisiones erróneas que tomamos víctimas del miedo de perderlo.
Nada es gratuito en la naturaleza. A toda acción le
sigue una reacción, una reciprocidad. Es importante tomar conciencia de qué
estoy ofreciendo, con qué actitud lo estoy haciendo, cómo lo está recibiendo el
exterior y de qué manera me lo está devolviendo. Dar incondicionalmente es dar
sin esperar nada a cambio, pero esto no significa que se no deba poner atención
en sus efectos y en su retroalimentación. La responsabilidad de todas las
personas que acuerdan un intercambio o una donación es asegurarse que el bien o
el servicio que es objeto de transacción beneficie, no solo a ellos, sino
también al conjunto.
Todos los objetos que se guardan en casa sin usar
representan una carga energética para su dueño, un peso muerto para su custodio
oficial, por eso son tan convenientes los mercadillos de trueque y las
gratiferias. Un buen Feng-shui mantiene la energía en circulación. De la misma
manera, las creencias éticas que no se llevan con coherencia a la práctica
representan energéticamente un desgaste mental, porque si no hay integración
entre mente y cuerpo no puede haber sinergia interna. En su lugar, habrá un
gasto energético para mantener las creencias verdaderas controladas por las
falsas y así evitar que hagan “perder” la cabeza a alguien y le de por ser
honesto.
Otro bloqueo energético importante lo representan las
fronteras estatales de los países, que sí permiten el paso de mercancías y de
flujo financiero y, sin embargo, no hacen lo mismo con los inmigrantes o los
emigrantes. Esto aumenta la desigualdad entre ricos y pobres con el
consiguiente aumento del estres social. Este estres social redunda en un gasto
energético que no se tiene en cuenta en el cálculo anual del nivel de vida de
cada nación. No es parte de la lista de indicadores sociales y por eso las
cuentas no salen. La intervención holística de la tesorería planetaria es
urgente. El desajuste que esto implica es gigantesco, de proporciones
apocalípticas, y la tensión que genera este desequilibrio afecta a la salud del
planeta de forma evidente. La globalización es una grave enfermedad social, un
cáncer que se extiende sin que aportemos una base teórica lo sufientemente
sólida como hacer el cambio de paradigma que está demandando a gritos cada
átomo de nuestro cuerpo.
Es fundamental que dejemos de creer en las leyes
humanas, en las leyes de la sociedad, y pasemos a poner en práctica otras más
abarcantes. No creer no significa estar en contra o violar sistemáticamente su
funcionamiento. Significa reconocer las leyes superiores, las que no solo
funcionan en el plano físico, y usar las leyes inferiores en beneficio del plan
evolutivo del planeta. Dejar de creer en las leyes humanas significa
empoderamiento, significa relaciones sin autoritarismo ni sumisión, significa
dejar de obedecer y no mantener relaciones que no estén basadas en la enseñanza
y aprendizaje de talentos reales y en la jerarquía natural sin privilegios. El
proceso de la economía sagrada tiene en cuenta también el equilibrio yin-yang
de las energías femeninas y masculinas. Actualmente, el machismo sigue
predonimando en las relaciones y esto significa que una parte del cerebro, la
izquierda, está dominando a la derecha. Dominar implica luchar, y luchar
conlleva un gasto de energía. Todos sabemos la diferencia que hay entre
trabajar dentro de un equipo humano que se lleva bien y hacerlo en otro donde
las rencillas hacen imposible el trato. Energéticamente la diferencia es
abismal.
Somos parte de un sistema, no estamos separados del
resto del planeta. Nuestros estados internos son parte del ecosistema. La
energía que emitimos con nuestros pensamientos es parte del planeta e influye
en cada una de sus células. El nivel físico, el emocional y el mental están
completamente unidos, aunque esto no se vea con los ojos físicos. El enfoque
sistémico es esencial si queremos pasar de un concepto esclavista de la
economía a otro liberador. El orden, que es otra parte del Feng-shui, significa
que las personas más capacitadas por su calidad humana deben ocupar las
funciones de mayor rango de influencia.
Energéticamente hablando es importante que las
ciudadanos se sientan representados por los políticos. Debido al gran
abstencionismo y a las leyes electorales, un partido que ha sido votado por el
25% de la población total está decidiendo el futuro del otro 75%. Esta
descompensación merma en la misma proporción la motivación de los individuos
para implicarse en los planes generales. La sensación de pertenencia y de
formar parte de una comunidad se convierte en una lucha por demostrar que en
las próximas elecciones se debe cambiar de gobierno. Esto resta la capacidad de
cada ser humano de recibir energía de alta vibración y aportarla a la
colectividad. (*) Juegos de guerra.
La economía sagrada, finalmente, se basa en la
riqueza interior de los seres humanos. Para tomar conciencia de los recursos
que están a nuestra disposición por el mero hecho de nacer, debemos transformar
todos los personajes y todas las creencias falsas que forman parte del legado
pedagójico que hemos heredado hasta dejar sitio para que nuestro auténtico ser
ocupe el espacio que le corresponde. Mientras pretendamos ser ricos a través de
una personalidad pobre en valores humanos seguiremos desperdiciando un tesoro
que no depende de cómo sea la situación económica exterior.
El error está en nuestra ignorancia sobre la fuente
de la pobreza y en nuestra desidia para realizar el trabajo de purificación
interna que, a modo de piedra filosofal, descubra alquímicamente el oro que ha
sido expulsado al fondo de nuestros corazones mediante un sistema educativo
hecho a la medida del paradigma que arruina al planeta. El empoderamiento
también significa dejar de esperar la solución de las instituciones y de la
cultura dominante. Solo puede haber economía alternativa y sostenible entre l@s
pioner@s que compartan esta tipo de riqueza y sepan traducirla en proyectos y
redes orientadas a manifestarla en la vida cotidiana mediante todo tipo de
iniciativas.
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