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martes, 4 de diciembre de 2012

EL BUEN SITIO

El PRINCIPAL FACTOR a la hora de proyectar una edificación, además de aquél que más va a condicionar el funcionamiento de la misma y la calidad de vida de sus usuarios o habitantes, no es el material, la forma, el aspecto exterior, la funcionalidad, el aprovechamiento energético o algo por el estilo, sino aquello en lo que menos se piensa  precisamente, la elección del mejor emplazamiento y disposición para construir.


Eludiendo el asunto de las fuerzas que rigen la ordenación del PLANEAMIENTO que nos vemos obligados a padecer, lo cierto por obvio, es que la CAUSA PRIMERA de que no tengamos opción de elegir el BUEN SITIO es nuestro MODELO URBANÍSTICO.


Si volvemos la vista atrás, descubriremos en la antigua sabiduría las claves que necesitamos para reaccionar y corregir la peligrosa deriva con la que navegamos. Por supuesto, aquel proto-urbanismo no se hacía sobre un papel y desde un despacho así que, tal vez, tengamos algo que aprender del procedimento. Desde el origen de los tiempos, en todas las culturas de oriente y occidente siempre se dió la importancia que merece a la elección del emplazamiento. Existían personas de gran reputación que se encargaban de prospectar los diferentes terrenos buscando condiciones óptimas para el desarrollo adecuado de la vida en comunidad. Estos trabajos podían prolongarse por meses e incluso años, pues no había estadísticas y se hacia preciso comprobar la situación en diferentes epocas del año. Las artes necesarias para cumplir este cometido combinaban la sensibilidad del prospector con el conocimiento de las fuerzas y energías de la naturaleza que permitían extraer información precisa de los datos obtenidos. En la cultura celta, tan extendida por Europa y España, estas funciones se agrupaban en torno a la figura del druida, rodeado de unas connotaciones mágicas no ausentes de justificación.


Los romanos, a pesar de utilizar la estructura militar para sus ciudades de calles ortogonales, basada en el modelo de Mileto, al menos, guardaban una disposición sobre dos ejes principales orientados en las direcciones cardinales, N-S y E-W y esto podría tener, al margen de cuestiones higiénicas relacionadas con el soleamiento de las viviendas, unos fundamentos relacionados con las energías telúricas y cósmicas más importantes  que se distribuyen en forma de red siguiendo estos ejes, como la red Peiré y la red Hartman. El mundo árabe utiliza una configuración más orgánica para sus ciudades, basada en la adaptación a los accidentes del terreno, donde el agua tenía una gran importancia al igual que los criterios defensivos, como es natural. En todos los casos se hacían minuciosos estudios antes de decidir el emplazamiento si bien, en muchos casos, la ciudad se configuraba como extensión de un campamento militar. 


Pero, de todas las culturas, es en China donde se desarrolla el arte milenario que estudia el movimiento de las energías naturales y que a través de diferentes escuelas, cada una con su enfoque particular, fueron reuniendo un cuerpo de conocimientos que en occidente se ha dado a conocer bajo el nombre de FENG SHUI. Se podría decir que hay tantos Feng Shuis como maestros, aunque todas las escuelas tradicionales tienen en común un conocimiento profundo de las energías de la Tierra y el Cielo, que nosotros llamamos telúricas y cósmicas según su origen. La ciencia que estudiaba estos fenómenos era la antigua geomancia basada en las relaciones entre los 5 movimientos de energía, madera, fuego, tierra, agua y metal, el factor dinamizador de la tensión entre las fuerzas o aspectos del YIN y el YANG y la interpretación de las ocho posibles triadas de combinaciones simples, 8 trigramas ó 36  exagramas (dobles) de estas fuerzas a través del Libro de los Cambios, el I Ching. Estas fuerzas o movimientos, también están presentes en muchas otras culturas en forma de cuatro elementos tierra, agua, fuego y aire y un quinto, la quintaesencia de los alquimistas, llamado éter,  fuerza cósmica, energía vital, prana, chi, etc, según las civilizaciones.


La herencia de las tradiciones antiguas tiene hoy su expresión en la moderna Ciencia del Hábitat, como la denomian la Asociación de Estudios Geobiolíogicos (GEA) también conocida como Geobiología. No vamos a hacer aquí historia de los orígenes y fundamentos científicos de esta disciplina pero si puedo afirmar con rotundidad que los considero de total solvencia a través de mi experiencia personal y que, quienquiera que no los tenga en cuenta por muy buen profesional que se considere, comete un gravísimo error de impredecibles consecuencias. 


La superficie de la Tierra se encuentra sometida a inumerables radiaciones en el plano horizontal y vertical, ascendentes y descendentes. Si bien estas radiaciones eran inicialemente de origen natural y forman parte imprescindible de todos los procesos biológicos, podían ser alteradas por el efecto de diferentes incidencias en el subsuelo, como fallas geológicas o aguas subterráneas que las hacían más nocivas. Esto era suficiente para los geomantes y druidas que trataban de evitarlas hasta que, de un siglo a esta parte, la apareción de las modernas radiaciones artificiales en todo el espectro electromagnético generó alteraciónes puntuales de estas energías que pueden llegar a ser miles o millones de veces superiores a las naturales. 


En la actualidad, más que nunca, se hace imprescindible considerar las condiciones ambientales, tanto naturales como artificiales a la hora de elegir el emplazamiento de nuestra edificación. Obviar esta realidad puede tener conseceuncias indeseables para los usuarios y es nuestra labor, la de los técnicos y profesionales de la arquitectura promover, en la medida de nuestras posibilidades, la divulgación de estos conocimientos y su práctica de forma extensiva, sin esperar un reconocimiento "oficial" por parte de las autoridades pues, cualquiera que se aproxime sin prejuicio a estos conocimientos verá en ellos una fuente de inspiración y buena práctica.

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